miércoles, 14 de octubre de 2015

AKUNANDÓ (BUENOS DIAS)


Con esta palabra de la lengua batonú saludamos a todos los que os sentís vinculados afectiva y efectivamente a nuestra Misión Diocesana de Bembereké en Benin.
Ya va quedando lejano el día en que temerosos pero a la vez ilusionados salíamos de Asturias rumbo a unas tierras de las que nos imaginábamos todo tipo de peligros probablemente influidos por las películas que habíamos visto y por las advertencias que nos iban haciendo los que conocían nuestro viaje.
Nada más lejos de la realidad. Pocos días hicieron falta para que nos diéramos cuenta de que todo aquello que teníamos en la mente se desvanecía a medida que íbamos conociendo la Misión y sobre todo al experimentar la buenísma acogida de quienes se acercaban a nosotros.
Ciertamente los paisajes, los pueblos, hasta el clima es muy diferente al de Asturias. Sobre todo el calor y la humedad a veces se hacen insoportables. Pero las personas a la hora de la verdad no son tan distintas. El lenguaje de la fe y del amor es el mismo.
Da la impresión de que estamos viviendo estos días a un ritmo super acelerado ya que son tantas las nuevas experiencias y las sensaciones que vamos acumulando que casi no nos da tiempo a digerir lo vivido cuando nos encontramos ya con cosas nuevas que reclaman nuestra atención.
No podemos dejar de destacar la situación de necesidad que aquí se vive. Este año parece que van a pasar dificultades debido al problema con las cosechas. Ha llovido demasiado y no van a poder obtener el fruto esperado.
Por eso no deja de sorprendernos que sean capaces de sonreir ante las adversidades y de mostrarnos continuos gestos de cariño mientras que en el primer mundo ante la mínima nos venimos abajo.
El trato que estamos recibiendo por parte de Alejandro y de Antonio, nuestros misioneros, es excepcional. Ellos hacen posible que estemos agusto y que las dificultades de adaptación sean mínimas y son para nosotros un ejemplo constante de entrega tanto a los quehaceres pastorales como a las personas que constantemente están reclamando su atención.
Hemos tenido la oportunidad de comprobar cómo los caminos para llegar a cada una de las comunidades son verdaderamente infernales. Las lluvias los han destrozado y hay que hacer verdaderos malavarismos para conducir por ellos. Así que el esfuerzo es realmente grande.
En cuanto a las experiencias que nos han llamado más la atención destacaríamos la alegría de las celebraciones eucarísticas, la numerosísima presencia de jóvenes y niños, el respeto, el silencio y la profundidad en la oración.
Qué bueno sería que todos los asturianos y sobre todo los miembros de la iglesia de Asturias conociéramos bien la Misión. Hemos de confesar que desconocíamos muchas cosas de ella y claro cuando no se conoce no se puede amar.
Hoy podemos decir que nos gusta lo que conocemos de nuestra Misión diocesana, que nos sentimos unidos a ella y que estamos agradecidos al Señor por habernos permitido vivir esta gozosa experiencia tan excepcional en la vida de un sacerdote que quiera entregarse al servicio a los hermanos desde la fidelidad y el compromiso con el Evangelio.
No sabemos si algún día El nos llamará a vivir nuestra vocación y misión en estas tierras pero de lo que sí estamos seguros es que cuando volvamos a nuestras comunidades de referencia estaremos más atentos y seremos más sensibles a las situaciones de necesidad y pobreza que de otra manera, sin duda, también reclamarán nuestra dedicación y esfuerzo.
Nasiará (gracias) por vuestro apoyo y vuestra oración. También vosotros estáis presentes en la nuestra.

Sergio y Eduardo.