Queridos amigos de
la Diócesis de Oviedo, un afectuoso saludo desde el puesto de misión de Tacsha
Curaray, a orillas del río Napo, en la Amazonía peruana.
El tiempo pasa
volando y ya estamos terminando las páginas de este año 2025. Además, hemos
llegado al ecuador de nuestro compromiso misionero. Es por ello que me gustaría
compartir con vosotros algunas impresiones de lo que ha sido este año y medio aquí
en la misión.
Como sabéis, el
puesto de Tacsha es de los más pequeños del Vicariato San José del Amazonas y
llevaba sin presencia misionera trece años. Es por eso que nuestro trabajo ha
sido empezar prácticamente desde cero. Eso ha requerido un ejercicio de paciencia
y de aceptar los tiempos de Dios, que no siempre coinciden con los nuestros.
En un
entorno como la Amazonía, donde la evangelización ha sido débil y superficial,
dado el aislamiento y las dificultades del terreno, en el equipo misionero
hemos optado por una misión de presencia, de respeto a la población local y de
evangelización con nuestro estilo de vida. Intentamos mostrarnos cercanos y
accesibles, generar relaciones de amistad y confianza, sin imposiciones de ninguna
clase.
En las tres comunidades en las que trabajamos a diario (Santa María, San Luis y Santa Teresa) la gente ya se ha acostumbrado a nuestra presencia y sentimos su cariño y aprecio. En el resto de comunidades que visitamos apenas dos veces al año notamos, como dice el salmo 42, la sed de Dios en el pueblo sencillo.
Es por eso que
una de nuestras prioridades como equipo misionero es formar y fortalecer
equipos de agentes de pastoral en las comunidades. Ellos y ellas son los
verdaderos artífices de que la llama de la fe no se apague. Ha sido muy
gratificante los bautizos que hemos celebrado en comunidades que hacía años no
accedían a este sacramento. También ha habido primeras comuniones y una joven
confirmanda; pequeñas semillas del Reino.
En este proceso
lento, pero necesario, hemos ido descubriendo la presencia de Dios en medio de
este pueblo sencillo. No son las capillas más grandes y lujosas, ni las
ceremonias y procesiones más multitudinarias; pero es precisamente en medio de
esta precariedad donde Dios se manifiesta preferentemente, así como escogió
como lugar para encarnarse un humilde pesebre de Belén.
Pero estas
semillas de esperanza conviven con el anti-Reino; realidades que deshumanizan y
degradan la vida. Alcoholismo, violencia y abuso intrafamiliar, escasas
perspectivas de futuro para la juventud, depredación de los recursos naturales,
etc. Así como los poderes en tiempo de Jesús rechazaron su mensaje de amor y
fraternidad, también hoy en día esos poderes siguen actuando. Desde nuestra
humildad, intentamos iluminar estas realidades y acompañar a personas y
comunidades en la reclamación de sus derechos.
Con esa inmensa
alegría, vivamos con fe estos días tan bonitos, rodeados de nuestros seres
queridos. Desde este pequeño rincón de la Amazonía, deseo a todos los amigos de
la Diócesis de Oviedo una FELIZ NAVIDAD.
Con todo mi
cariño.
Alfonso Pombo
Fernández

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