lunes, 29 de julio de 2024

CARTA DE NUESTRO MISIONERO DIOCESANO DESDE LA AMAZONIA PERUANA

 

Queridos amigos de la Delegación de Misiones de Oviedo, un saludo fraterno desde la Amazonía peruana. Aunque llevo poco más de un mes en la selva, me asomo por aquí para contaros mi primera experiencia fuerte de misión.


Desde el vicariato nos sugirieron la posibilidad de acompañar a Dominik, misionera laica que lleva en la zona más de 40 años, en su visita por las comunidades quichuas del alto Napo. Nos pareció una idea estupenda para conocer la realidad del lugar y empaparnos de la experiencia de una gran misionera. Con todo, preparamos nuestra mochila y tras más de 8 horas en bote, nos plantamos en la comunidad de Angoteros, lugar de residencia de Dominik.

Domi es una misionera de los pies a la cabeza. Tras más de 40 años en el vicariato, conserva una energía fuera de lo común. Su vitalidad y su carácter sociable, hacen que todo el mundo la recuerde allá por donde pase. Tras dos días conviviendo con ella en su humilde pero acogedora casa, nos embarcamos junto con Alipio, que haría las veces de motorista del bote y colaborador en las celebraciones con sus intervenciones en el idioma quichua. El primer destino era Pantoja, en el extremo norte del vicariato, ya en la frontera con Ecuador. De ahí estaríamos 7 días acompañando a Domi y Alipio en su visita a las comunidades bajando por el Napo.

En cada comunidad la dinámica era básicamente la misma. Se preparaba una reunión en algún local comunal y se hacía la celebración de la palabra, además de abordar en un taller la importancia de la conservación de la Amazonía como “Casa Común”. Si había alguna persona para bautizar o alguna pareja que deseara contraer matrimonio, se aprovechaba la celebración para impartir estos sacramentos.

Y fundamentalmente visitas, mucha escucha y mucho compartir con las personas. Entorno al masato, bebida fundamental para los pueblos amazónicos, se entablaban conversaciones de lo más variado que hacían surgir un ambiente de fraternidad. Llegada la noche, tocaba montar la tiende de campaña para descansar y “arrancar” al día siguiente a otra comunidad.

A lo largo de esos días visitando las comunidades, pudimos comprobar las difíciles condiciones de vida que sufren sus moradores. Caseríos donde la gente vive en condiciones de gran pobreza y que están tremendamente aislados, donde el estado apenas llega. La educación es sumamente deficiente y la sanidad, a pesar de que hay una red de postas en diferentes puntos, también tiene grandes carencias.

Y en medio de esta realidad, surge una economía ilegal que está envileciendo la vida en la Amazonía. Tala, minería, narcotráfico… son realidades que marcan el día a día de estas comunidades y que dificultan sumamente la vida de sus moradores. Además de suponer la causa fundamental de contaminación y destrucción del bosque amazónico y sus ríos.

Han sido días de condiciones duras a nivel físico y por la falta de comodidades. En muchas comunidades no hay luz, hay que ingeniárselas para conseguir agua para poder hervirla, no hay baños y toca lavarse en el río… Pero a pesar de ello la experiencia ha sido maravillosa. Un ejercicio de sinodalidad y misión compartida por parte de una misionera laica. Por ahí va el futuro de la Iglesia.

Doy gracias a Dios por habernos permitido compartir esta experiencia y le pido que siga iluminando nuestro incipiente camino por estas tierras amazónicas, acompañando a la gente sencilla en su vida y en su fe.

Un abrazo