Era una despedida, o así parecía simplemente. Pero, en realidad,
se trataba de
algo más: nada menos que de un relevo. Jesús marchaba al Padre y
dijo a sus discípulos que convenía hacerlo. Y mientras se despedía de todos
ellos, les dejó el encargo de prolongar en el tiempo lo que Él comenzó desde la
eternidad.
La historia cristiana es la historia de este relevo, y de cómo a
través de cada
generación siglo tras siglo, en cada lugar de la tierra en todos
los mapas, en cada contexto cultural, el Evangelio de Jesucristo se ha ido
haciendo camino que ha abierto horizontes, bálsamo que ha suturado heridas, y gracia
que ha llenado la vida de milagros.
Esta es la pasión misionera que cruza el recorrido cristiano a
través de la presencia de la Iglesia. Como una llama de amor viva ha ido
prendiendo este ardor misionero, para acercar a todos los hermanos una buena
noticia, esa que salió de los labios de Jesús.
No habría una comunidad cristiana madura y fundada, si faltase
esta pasión
misionera que nos lanza al anuncio de la salvación que nos trajo
Cristo. Y en este sentido, Asturias tiene una página preciosa escrita de cómo
más allá de las fronteras marítimas o montañosas de nuestra hermosa tierra. No
sólo la han dejado para ir a buscar porvernires económicos allende los mares,
sino también para llevar el Evangelio de la mano de Jesús y de nuestra Madre la
Santina.
En este momento contamos con un importante número de hermanos y
hermanas asturianos que, como sacerdotes, religiosos o laicos, están viviendo
la misión allí donde el Señor les llamó y donde por la Iglesia fueron enviados.
Como Diócesis contamos ahora con una misión propia que ayudamos a sostener en
tantos sentidos, y que está ubicada en el corazón de África: en la Diócesis de
N’Dali, en Benin.
Durante varios años hemos atendido Bembereké, enviando allí a
sacerdotes y
diáconos, y construyendo materialmente los espacios propios de una
comunidad misionera cristiana que trata de abrazar las necesidades pastorales,
sociales y
educativas: parroquias y capillas, dispensarios, escuelas,
internados para jóvenes, etc.
He podido visitar varias veces nuestra misión, y es encomiable la
labor que
nuestros misioneros han realizado en todos estos sentidos entre
aquella gente
maravillosa. El Obispo de N’Dali, Mons. Martin, está agradecido a
nuestra iglesia
asturiana, pero también nosotros estamos agradecidos a Dios por
esta gracia que supone poder compartir con los hermanos los dones que a nosotros
se nos conceden: es la comunión de bienes.
Ha llegado el momento de dejar en manos de la Diócesis de N’Dali
el complejo
parroquial de Bembereké, que podrá ser atendida por el joven clero
local y el importante equipo de catequistas. Nosotros seguiremos a disposición
de esta iglesia hermana con la que estamos comprometidos, para ir a otra zona
no muy distante a fin de continuar nuestra colaboración integral: en lo
pastoral, en lo social y en lo educativo. La nueva parroquia que asumiremos de
modo pleno (pues ya teníamos una presencia en ella), se llama Gamia. Allí
estará ubicada la comunidad de sacerdotes diocesanos asturianos, la ayuda
puntual de los diáconos, y desde allí se desarrollará a través de las trochas
de la
selva la atención a todas las pequeñas comunidades y capillas que
podremos atender y acompañar.
Junto con nuestra gratitud por todo lo que quienes han trabajado
anteriormente
han realizado con mucha generosidad, entrega y celo misionero,
vaya también nuestra ilusión por la nueva etapa que se abre.
Seguiremos apoyando con nuestra oración, nuestros donativos y
nuestra
disponibilidad personal, esa parte de la Iglesia universal con la
que nos sentimos
particularmente hermanados. Allí resuena para nosotros el mandato
de Jesús: “id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc
16, 15-18).
Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo