lunes, 14 de agosto de 2023

DIA MISION DIOCESANA

 


                                                        Oviedo,  agosto de 2023

Queridos amigos y hermanos: paz y bien.

Cada año tenemos una cita al final de julio. En ese rincón del verano, San Melchor de  Quirós nos ayuda a tomar conciencia de nuestra vocación misionera sea cual sea el lugar de  nuestra vida cristiana y el camino al que hemos sido llamados por el Señor dentro de su Santa  Iglesia. Todos hemos de ser misioneros, porque a ello nos invitó el Maestro en el trance de su  despedida, cuando mirando a sus discípulos les quiso confiar su misma misión: «Id al mundo  entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16, 15). Era el relevo en su propia tarea  evangelizadora. Desde entonces, ¡a cuántas tierras llegaron los pies de los mensajeros! ¡en cuántas  lenguas se contó la Buena Noticia! ¡cuántos escenarios políticos y culturales fueron el telón de  fondo de la llegada de cristianos misioneros!

También nuestra Diócesis de Oviedo sabe mucho de eso a través de las páginas  evangelizadoras que han escrito todos nuestros misioneros dentro y fuera de Asturias: sacerdotes,  religiosas y laicos, han ido misioneramente allende el Musel y más allá del Pajares, para dejar en  la tierrina verde del Principado su tierra, su lengua, sus lazos familiares y amistosos, y tantos usos  y costumbres. Cumplían aquel mandato del Maestro, sintiéndose continuadores de la encomienda  de Jesús hasta llegar a todos los “finisterres” trillados o por descubrir. 

Así podemos dibujar los mapas en los que nuestros cristianos astures han pisado andanza  misionera: África, América, Asia, y también Europa, nuestros misioneros han podido prestar los  labios a Dios para que en ellos se escuchara la Palabra que no engaña y trae vida. También a  través de sus manos el Señor ha podido repartir a raudales su gracia. Somos instrumentos de esa  paz y ese bien que con nosotros Dios mismo quiere dar si nosotros nos dejamos enviar con esa  dulce y liberadora embajada. Es la hazaña de comunicar el evangelio de la mejor buena noticia  hasta los confines de la tierra.

Los paisajes misioneros que los pies de nuestros hermanos han ido surcando, han sido  ciertamente bien distintos. Basta recordar los lugares de evangelización a los que acudieron para  ver cómo han ido pasando los tiempos y los lugares delante de sus ojos, con tantas circunstancias  de diversa índole que, sencillamente, los hacían diferentes. Pero el hecho de aceptar ser enviados  a donde el Señor en su Iglesia los mandaba, hacía que pudieran abrazar tantas vidas con todas sus  idiosincrasias: niños y jóvenes, adultos y ancianos, con todos los factores que se dan en las  diferentes biografías y en la entraña de los pueblos que iban conociendo. 

Hemos terminado una etapa en Benín, como otras veces la concluimos en Burundi, o en  distintos lugares de la América hispana. Con agradecimiento ofrecemos todo lo que en estos más  de treinta años hemos realizado en la diócesis de N’Dali. Allí quedan nuestra entrega, nuestras  limosnas, nuestra fecunda evangelización eclesial. Gracias a los que en primera línea lo han hecho  posible desde allí o desde la Diócesis de Oviedo. Ahora toca pedir luz y disponibilidad para reabrir  cuanto antes una nueva misión, que deseo sea en lengua española de nuevo. Que el Señor, la  Santina y San Melchor de Quirós nos ayuden en esta hermosa empresa misionera en la que  testimoniamos nuestro compromiso cristiano y bautismal. Un abrazo y mi bendición.

Fr. Jesús Sanz Montes, ofm

Arzobispo de Oviedo

miércoles, 2 de agosto de 2023

DIA DEL MISIONERO ASTURIANO (27 / 7/ 2023)

 

Como es costumbre por estas fechas, próximas  a la festividad de San Melchor de Quirós, patrono de los misioneros de la Iglesia de Asturias, celebramos una vez más el día de los Misioneros Diocesanos. En esta celebración participan los misioneros que están de vacaciones, los que ya están de regreso, familiares, amigos y voluntarios de la Delegación de Misiones. Entendemos que también ellos se merecen un pequeño reconocimiento por  su trabajo callado y perseverante desde esta Diócesis en favor  de los misioneros y su labor de acción evangelizadora. Se trata de una jornada de convivencia, de amistad, de mutua acogida y encuentro, en la que se recuerda a los sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares que respondieron a la llamada de ir a vivir  el evangelio en ámbitos geográficos diferentes de acción evangelizadora y misionera.

         En esta ocasión pensamos que era procedente programar este gozoso acontecimiento ganando el Jubileo en  Santo Toribio de Liébana (Cantabria).La salida desde Oviedo tuvo lugar a las ocho de la mañana, ya que el viaje era de tres horas e hicimos una parada en Pola de Siero para recoger un grupo de voluntarios pertenecientes también al de misiones de la parroquia. Nos había comunicado  el responsable de la comunidad de Franciscanos que tienen la gestión del Santuario, que llegáramos antes de las 12 h. , para  participar en la misa del Peregrino que se celebraba a esa hora y así poder ganar el jubileo En la solemne Eucaristía concelebramos el grupo de los misioneros y terminada la celebración, se nos invitó a todos los participantes a venerar  el LIGNUM CRUCIS  (Leño de la Cruz) .Esta importante reliquia llegó al Monasterio al mismo tiempo que los restos de Santo Toribio, alrededor del siglo VIII,

      Posteriormente abandonamos el Monasterio y nos dirigimos al pueblo de Potes, para disfrutar de una fraternal comida, aprovechando también la oportunidad para conocer este pueblo tan típico de Cantabria .Estando ya regreso, algunos misioneros tomaron la palabra y fueron relatando sus vivencias en las tierras de misión en la que estaban desarrollando su labor evangelizadora y promocional. Llamó muy especialmente la atención  el relato de Antonio Herrero, regresado ya definitivamente de la misión diocesana que teníamos en Gamia .Nos expuso por qué, después de treinta y siete años de presencia Asturiana en esa zona del norte de Benín, había llegado el momento de que la diócesis de Oviedo, concluyera su compromiso de actuación misionera y pasara el testigo a los sacerdotes locales .Muy expresivamente reconoce que tiene el “corazón partido”, porque deja allí una gran familia. Al regreso, siendo ya  tarde noche, todos los participantes manifestaron que había sido una experiencia muy grata y enriquecedora.

viernes, 30 de junio de 2023

viernes, 2 de junio de 2023

EN ÉL HUBO SOLO SÍ (2.Cor. 1,19)

 

Homenaje de la aldea allerana de Cuérigo al Beato mártir misionero   

                                                     P.  Juan Alonso.

     

      Al cumplirse el segundo aniversario de la beatificación de los mártires de El Quiché (Guatemala), la comunidad parroquial de Cuérigo, aldea natal de uno de ellos, el P. Juan Alonso, ha decidido conmemorar ese acontecimiento religioso con una solemne Eucaristía concelebrada por sacerdotes diocesanos y miembros de la Congregación a la que él pertenecía (Misioneros del Sagrado Corazón) y actos varios de confraternización festiva popular. El sentimiento de presencia de Juan se hace de algún modo más explícito, al final de la celebración litúrgica, con el acto de veneración de una reliquia suya que se conserva en un altar lateral. Revive también su memoria en el encuentro posterior de los asistentes ante la placa que recuerda la imposición de su nombre, por parte de la Corporación Municipal de Aller, a la calle que bordea  la Iglesia y baja directamente hasta el centro del pueblo.

    Las palabras de San Pablo, referidas a Jesucristo, que se citan en el epígrafe  de este apunte periodístico (en ÉL solo hubo sí) fueron el lema elegido por  él mismo en el día de su ordenación sacerdotal, en Junio de 1960, y cuyo significado explicó  en su primera Misa, coincidiendo con la festividad del Corpus Christi. Ellas constituyeron la referencia básica a la que intentó atenerse fielmente en sus veinte años de labor evangelizadora y de  actuaciones complementarias de promoción y servicio: a su condición de religioso consagrado; a su ministerio sacerdotal; a su vocación misionera y definitivo final a la ofrenda martirial de su vida en favor de las comunidades indígenas mayas que le habían sido confiadas y que  estaban siendo masacradas, expoliadas de sus tierras, agredidas  en su identidad cultural y forzadas a la emigración o el exilio, quedando prácticamente desposeídas de futuro. Como ha expresado muy certeramente D. Juan Luis Ruiz de la Peña, maestro de teología, mentor intelectual  y guía  religioso de varias promociones de sacerdotes de esta Archidiócesis, sólo  quien ha llegado a entender  la propia vida como don recibido puede vivirla también auténticamente como don de sí mismo a los demás. Ese ha sido el mensaje de Jesús y así comprendió ÉL su existencia y dispuso de ella en favor nuestro, acuñando un nuevo paradigma de lo humano.

   En un cuadernillo de Anotaciones y apuntes personales  que Juan inició en sus años de formación y fue completando posteriormente, sobre todo durante las tres ocasiones en las que regresó al pueblo desde El Quiché (1965,1971 y 1977), se contienen reflexiones muy reveladoras de su sentimiento de arraigo en el Cuérigo de su infancia y adolescencia. En esa aldea entrañable, y a pesar de las penurias y privaciones que imponía la situación del país en la época que precedió y siguió a la Guerra civil, tuvo la fortuna de formar parte de una familia donde todo era compartido: el pan, el trabajo, la fatiga cotidiana,   la voluntad de mantenerse unidos, el apoyo mutuo,  la ayuda desinteresada a los vecinos y la decisión de seguir afrontando con coraje los retos  no previstos del porvenir.

     En ese empeño tuvo un protagonismo fundamental nuestro abuelo, conocido familiarmente en el pueblo como Xuan de Ná. A pesar de ser casi analfabeto supo inculcar a los nietos que vivíamos con él modos de pensar y sentir que veíamos reflejadas en su propia vida. Casi sin advertirlo, por sus palabras, actitudes y comportamientos  íbamos comprendiendo el significado del trabajo, de la honradez, de la fidelidad a la palabra dada, del humor, de la amistad, del deber de aprender del pasado y de responsabilizarse del futuro. Si se considera maestro a una persona que sabe impartir algo más que conocimientos, él fue nuestro maestro: nos enseñó una forma de vida. Era uno de aquellos corazones labriegos que Ortega y Gasset decía haber sentido latiendo en los aldeanos de Asturias y a los que atribuía una profundidad de pensamiento que rara vez encontraba en las cátedras universitarias.

   La labor misionera de Juan y de sus compañeros en el Departamento de El Quiché, entre los años sesenta y ochenta y uno,  centró su interés preferente en llevar a la práctica el nuevo impulso hacia la inculturación del Evangelio, alentado por el Vaticano II, profundizado por S. Pablo VI  y que estuvo muy presente en las conclusiones doctrinales de las Conferencias Episcopales Latinoamericanas de ese periodo (Medellín, en 1968, y Puebla, en 1979). Se trata de encarnar el mensaje cristiano en aéreas culturales concretas, no a modo de adaptación decorativa o superficial sino de forma vital, en profundidad. Y para ello se constatan hechos, se sugieren alternativas, se establecen pautas de actuación en favor de los grupos étnicos, la reanimación de su cultura y la defensa de sus derechos.

   Es evidente que este proceso de inculturación del Evangelio y su aceptación por la fe tiene características propias en los diferentes países y comunidades, pero hay criterios y modos de proceder que son comunes a todos los implicados en este empeño misionero. Es ineludible, por ejemplo, un periodo previo de aprendizaje, de presencia y cercanía, de progresiva identificación con el mundo interior de los diferentes grupos étnicos, de percepción desde dentro de sus aspiraciones explícitas y de sus anhelos  latentes. Efectivamente, la cultura ligada a su identidad está   hondamente arraigada en un marco físico natural y en un entorno humano en el que inciden tradiciones y costumbres, pautas individuales de comportamiento, criterios de convivencia familiar y comunitaria, formas y técnicas de trabajo, procedimientos originales de creación artística y modos peculiares de relacionarse con la naturaleza, juntamente con las creencias religiosas que los vinculan con la Trascendencia.

   El homenaje de los parroquianos de Cuérigo, desde este rinconín entrañable de nuestra Asturias rural, al testimonio martirial del beato Juan Alonso, es un acontecimiento de poco o nulo interés para las redes informativas habituales, pero deja  entrever la necesidad de que personas individuales y grupos o movimientos solidarios de diversa mentalidad, ideología o creencia, compartan el ideal común de participar en la llamada globalización positiva, generadora de auténtica humanización y de impulso creativo capaz de ampliar el margen de lo posible en favor de los más necesitados. Se contrapone asi  a aquella otra globalización excluyente y disgregadora en la que prevalecen la especulación y la competencia, el consumismo egoísta, la obsesión por el control de los mercados y el intento de que se imponga, con validez universal, el llamado  pensamiento único. Esa intencionalidad positiva y disponibilidad para crear espacios de entendimiento y compartir compromisos de acción solidaria están muy presentes en el actual despertar sinodal de las comunidades cristianas, avance evidente de las líneas maestras del Vaticano II: Iglesia evangelizadora y de comunión, Iglesia en diáspora y peregrina, Iglesia profética y martirial, Iglesia del pueblo de Dios misionero.

    Fdo. Arcadio Alonso Fernándezstra Asturias ruraluechos.alternativas,  futuro.blo.

bi

martes, 16 de mayo de 2023

ULTIMAS NOTICIAS DE ALFONSO POMBO DESDE HONDURAS

 

Queridos amigos de la Delegación de Misiones de Oviedo, un fuerte saludo desde tierras hondureñas. Estamos terminando el período litúrgico de la Pascua, momento privilegiado para experimentar la presencia de Jesús resucitado, y cómo a través del Espíritu Santo actúa en nuestras vidas. Afrontamos el largo período del Tiempo Ordinario, con el sentido de llevar a nuestro día a día, a nuestra rutina, esa presencia salvadora, con el reto de transmitirla a los demás.

Cada Semana Santa celebramos el amor insondable de Jesús hacia la humanidad (Jueves Santo), su adhesión hasta el extremo a la voluntad del Padre (Viernes Santo) y el triunfo de la Vida sobre la muerte y el pecado (Vigilia Pascual). Pero, aunque celebremos por separado estos misterios, están íntimamente entrelazados y no es posible entender uno sin los otros.

Y esa experiencia profunda de la Semana Santa, es la que se vive día a día aquí, en la misión de OCASHA-CCS en Honduras. Porque aquí se convive con la realidad más dura y con las ganas de superación más fuertes. Se experimenta vivamente la cruz y el calvario en cada niño desnutrido, en cada joven que es captado por una pandilla, en cada persona que no ve otra salida que la emigración ilegal… Tantas realidades que actualizan ese Viernes Santo maldito.

Pero en medio de esa realidad terrible de injusticia, pecado y muerte, aparecen irrumpiendo en la oscuridad destellos de una esperanza que apunta a un futuro diferente. En nuestro día a día con los jóvenes, somos testigos de unas ansias de superación como antes no habíamos descubierto. Jóvenes que tienen que superar un sinfín de contratiempos: familias que se oponen a que estudien, dificultades económicas, falta de recursos en sus comunidades… Pero al final, pueden más sus ganas de aspirar a un futuro mejor. Las ganas de vivir, venciendo a la fatalidad y la injusticia seculares que vive el país.

En esta tierra centroamericana, también sentimos muy viva la presencia de los mártires que, al ejemplo de Jesús, amaron a sus hermanos hasta el final. Monseñor Romero, los mártires de la UCA y de El Quiché, Juan Alonso, Juan Gerardi, Gaspara García Laviana… y cómo no, la indomable y rebelde Berta Cáceres, lideresa del pueblo indígena Lenca de Honduras. Todos ellos sintieron, como decía el gran Pedro Casaldáliga, que las causas que defendían eran más importantes que sus vidas. Al igual que Jesús, que descubrió que más importante que su vida, era cumplir la voluntad de Dios de anunciar un reino nuevo de justicia, amor y fraternidad, aunque eso conllevara terminar clavado en una cruz.

Pero sabemos que ése no es el final. Cada 2 de marzo, cuando se conmemora el asesinato de Berta Cáceres, algunas de las consignas que se repiten son “Berta no murió, se multiplicó” o “Berta vive y vive, la lucha sigue y sigue”. Lo que se pretende es hacer referencia a esa experiencia profunda de que el sacrificio de tantos mártires no es en vano, y que su muerte es semilla de Resurrección, representada en energías renovadas para seguir con la lucha por un mundo más humano, al estilo de Jesús.

Porque como ya lo decía también Casaldáliga, el cristiano solo tiene dos alternativas, o vivo o resucitado. Ojalá nuestra vida sea un reflejo de esa alegría profunda que da la fe en un Dios que está vivo y nos acompaña cada día.

Un abrazo fraterno - Lucía y Alfonso