Con motivo de su viaje a España para asistir al Encuentro de Empleados y Voluntarios de OMP, y el Coloquio Jóvenes y Misión en
¿Cómo
despertó su vocación misionera?
Mi
vocación misionera nació de la propia vocación religiosa, del seguimiento
cercano de Cristo y también de la llamada a salir de la propia tierra y de uno
mismo.
Seguir
al Señor donde aún no saben de Él, porque Jesús está escondido entre los pobres
y los que no le conocen; y allí servirle entre sus favoritos.
¿Por
qué decidió dedicar su vida a los mutilados de guerra?
Es
un trabajo que me fue dado como prioridad en los campamentos de refugiados. Yo
no lo buscaba, fui enviado a ellos, y se me concedió ese privilegio.
En
los campos, estas víctimas eran un colectivo abandonado y con todas las
necesidades, me acogieron y me adoptaron como su amigo, y desde entonces ha
sido como una llamada específica para mí.
¿Cree
que es pedir demasiado a los jóvenes de ahora que lo dejen todo para
convertirse en misioneros?
La
juventud es generosa por definición. Los jóvenes son voluntarios siempre, y si
no, no tienen un espíritu joven. Aquellos que viven la fe como importante en su
vida son aún más solidarios. Una fe viva afianza el espíritu misionero siempre.
Aviva la generosidad, las ganas de entregarse…
Yo
creo que no es problema, no es pedirles demasiado, la dificultad es estructurar
bien el deseo, la generosidad para ser misioneros generosos.
¿Qué
diferencias hay entre los jóvenes de Camboya y los españoles en cuanto al
sentimiento misionero?
En
lo básico son iguales, pero las circunstancias sociales, familiares y la
educación les hace ser diferentes.
En
Camboya, el sentimiento misionero o de participación misionera (por ejemplo
siendo catequista) surge con más naturalidad porque hay mucho agradecimiento a
la fe. Se sienten bendecidos por la fe. Somos minoría.
En
España encuentro mucha generosidad y ganas de entrega, pero las circunstancias
y la educación lo dificultan.