Cuba: Sacerdote relata la historia de nueva iglesia tras años de vida eclesial clandestina
Redacción ACI Prensa
Iglesia de San Benito Abad. Crédito:
Facebook Misioneros Claretianos en Songo - La Maya.
El sacerdote claretiano, P. Juventino
Rodríguez, afirmó que la construcción de la nueva iglesia de San Benito del
Crucero representa un “pequeño milagro” que abre una etapa para la vivencia de
la fe católica en la comunidad cubana, tras años de no contar con un templo
debido a la persecución religiosa a causa de la Revolución.
Desde que la Revolución de Fidel Castro tomó el
poder en 1959, la Iglesia Católica en Cuba ha sufrido restricciones a su
libertad con la confiscación de propiedades, eliminación de colegios católicos,
expulsión de sacerdotes y religiosas, entre otros.
Ante la expropiación de iglesias, los fieles en
Cuba ofrecían con riesgo sus casas para celebrar la Eucaristía y continuar la
evangelización de forma clandestina. En los últimos años, el Gobierno devolvió algunas iglesias confiscadas, pero otras siguen en su poder y son utilizadas como
depósitos, colegios, tiendas de víveres e incluso para asuntos del régimen.
En este contexto, muchas comunidades católicas se
organizaron y trabajaron por muchos años para construir nuevas iglesias en
varias partes de la isla. Uno de estos casos es el de la iglesia de San Benito
Abad, que fue inaugurada a fines de agosto, y que hoy es “una gran bendición”
para la Comunidad de San Benito del Crucero, ubicada en La Maya.
Esta comunidad forma parte de los más de 150 mil
habitantes que viven dispersos en poblados y centros urbanos de los municipios
de Songo La Maya y II Frente, provincia de Santiago de Cuba, que desde el 2010
forman parte de la parroquia Purísima Concepción de Ti Arriba, fundada en 1838,
y regentada por los misioneros claretianos.
En declaraciones a ACI Prensa, el P. Juventino
Rodríguez, sacerdote de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María
(claretianos) que lideró durante años el proyecto de construcción de la iglesia
de San Benito, dijo que este “pequeño milagro” fue posible gracias a un gran
compromiso y entusiasmo por fortalecer y contribuir al crecimiento de la
comunidad católica.
El P. Rodríguez relató que este proyecto demandó
años de “paciente espera” por parte de la comunidad católica, que tuvo que
adaptarse a las circunstancias y desarrollar la vida eclesial en casas de
misión que los mismos fieles pusieron a disposición desde que confiscaron su
iglesia local.
En el pasado la comunidad contaba con una antigua
iglesia de San Benito, dedicada a la Inmaculada Concepción y construida hacia
1954 por una familia de procedencia mexicana que tenía bastantes fincas en el
territorio. Sin embargo, “al inicio del triunfo de la revolución”, el Gobierno
de Cuba confiscó el templo.
El sacerdote señaló que el Gobierno le comunicó
desde hace años al Arzobispo de Santiago de Cuba, Mons. Dionisio García Ibáñez,
“que no devolvería la iglesia” y que “desde entonces, es la panadería del
poblado”. “Actualmente dicha iglesia ya no existe, derrumbada por los huracanes
hace ya mucho tiempo”, precisó.
Por muchos años “todo quedó paralizado y muerto”,
hasta que Dulce María Guilarte, conocida como Juanita, ofreció su casa para la
vida eclesial en enero de 1996, y “desde entonces se han tenido siempre las
catequesis, las celebraciones de las eucarísticas y los bautizos”, con la
atención pastoral de los sacerdotes jesuitas desde Santiago de Cuba, señaló.
El P. Rodríguez dijo que la vida eclesial de la
comunidad de San Benito se fortaleció gracias a las casas de misión que otros
fieles también pusieron a disposición por muchos años.
Entre ellos, destacó a la señora Vivian Cobas
Ayala, cuya casa “fue donde más tiempo estuvo la comunidad desarrollando su
vida y misión”. Lamentablemente, la casa fue destruida en 2012 por el huracán
Sandy, y desde el siniestro hasta la inauguración del nuevo templo en agosto de
este año, la comunidad pasó a reunirse en la casa de otra fiel católica, la
señora Concha Ayala.
El sacerdote destacó la contribución de Vivian
Cobas, pues ella y sus hijos donaron el terreno, que antes fue casa de misión,
para construir la nueva iglesia de San Benito del Crucero, que cuenta en el
sótano con un centro pastoral.
El P. Rodríguez señaló que el nuevo templo se
construyó en dos años, aunque estuvo detenido por “fuerza de causa mayor” por
más de ocho meses. El Obispado logró contactar a una familia de Chicago en
Estados Unidos que se encargó del financiamiento, aunque toda la Iglesia en Cuba
colaboró de algún modo para lograr la meta.
“Señalar a los colaboradores en la construcción de
la nueva iglesia de San Benito del Crucero, no resulta fácil. Siempre fue el
sueño de la comunidad, de los misioneros y del Arzobispo de Santiago de Cuba”, dijo.
“El pueblo entero aportó su pequeña y simbólica ayuda para esta construcción
que hoy es la alegría de todos”, agregó.
La comunidad católica de San Benito del Crucero
está conformada por 30 católicos adultos y 14 niños; “sin embargo, dada la
experiencia de Cuba en estos más que numerosos años, es muy difícil conocer el
número aproximado de católicos. Siguen las familias solicitando el bautismo
para los niños de menos de seis años”, precisó.
La consagración de la iglesia se realizó el 29 de
agosto con presencia de Mons. García Ibáñez, sacerdotes y fieles católicos.
Además, participaron otras casi 120 personas de la comunidad de San Benito y
100 invitados de otras comunidades vecinas de La Maya, Songo y La Prueba. “Eran
cientos de personas más las que querían participar, pero no fue posible”,
precisó.
Para el P. Rodríguez, ese día “la acción más
significativa sin duda, fue cumplir el compromiso de visitar en los días
previos a la consagración, a todas y cada una de las cerca de mil familias del
poblado para informarlas e invitarlas a conocer y a visitar ‘su’ nueva
iglesia”.
En medio de la alegría por el nuevo templo, el P.
Rodríguez dijo que “aún a muchos cubanos les resulta una ‘heroicidad’ acercarse
a la iglesia, entrar a la iglesia”.
El sacerdote explicó que tras la revolución, la
Iglesia, el culto y las manifestaciones religiosas estuvieron “totalmente”
prohibidas, “y hasta no hace muchos años eso siguió. Todo eso ha quedado muy
marcado en la gente, porque tenía consecuencias negativas en su vida académica,
laboral, social”.
“Y aunque ahora eso legalmente ha quedado superado
[…] la gente no lo ha olvidado y sigue teniendo temores y precauciones. Por
desgracia, todavía entrar en una iglesia tiene muchos inconvenientes sociales y
no resulta fácil superarlos”, subrayó.
Sin embargo, afirmó que a partir de ahora, “seguro
que no resultará tan difícil abrir espacios de encuentro, de convivencia, de
formación y promoción en los que pueda participar toda la población. Es un gran
reto para la comunidad y para los misioneros claretianos”.