Me llamo Esther
Fernández, tengo 25 años y hace unos meses tome la decisión de irme de
voluntariado a África.
Pedro Tardón, párroco de Noreña y
pueblo en el que yo vivo, es el delegado de misiones de Asturias
y desde el
primer momento en el que le comenté mi idea, me ayudo a buscar la opción más
conveniente.
Los meses previos a irme estuve preparándome
para lo que sería mi labor, y el 30 de marzo puse rumbo a Madrid para comenzar
mi voluntariado. Finalmente, el destino fue Malawi.
Malawi es un país sin salida al
mar ubicado en el sureste de África. Limita con Zambia al noroeste, con
Tanzania al noreste y con Mozambique al este, sur y oeste. El país está
separado de Tanzania y Mozambique por el lago Malaui, uno de los lagos con
mayor superficie del continente africano.
Se encuentra entre los países menos
desarrollados y más densamente poblados del continente. La economía está basada
en la agricultura, sobre todo de subsistencia, con una población altamente
rural.
Tiene dos idiomas
oficiales el inglés y el chichewa. Es fácil comunicarse en inglés con la gente
adulta, pero esto cambia cuando se trata de ancianos y de niños pequeños, los
cuales solo saben hablar chichewa.
La capital del país es Lilongüe y
el lugar en donde realice mi voluntariado fue en Chezi. Allí se encuentra una
de las misiones de las Misioneras de María Mediadora, en donde las hermanas me
acogieron con los brazos abiertos.
Conocí esta congregación gracias
a que durante muchos años han colaborado con la delegación de misiones en
Asturias. Me puse en contacto con la hermana Mercedes Arbesú (Asturiana) y ella
me facilito el poder hablar con las hermanas de la misión en Chezi.
La congregación
María Mediadora tiene 3 misiones allí en Malawi. El internado de niñas Amay
María, en el cual las hermanas proporcionan alojamiento y apoyo para aquellas
niñas que, provenientes del orfanato de Chezi y otras zonas rurales, no tienen
donde alojarse para asistir a los colegios de secundaria de la zona. También
tienen una biblioteca abierta al público, en donde se imparten cursos de
informática, y un programa de formación para las nuevas vocaciones de la orden.
En Mlale, tienen otra
misión y es donde se encuentra el hospital. Tuve la suerte de conocer todas las
misiones y me encanto conocer este hospital ya que acabo de terminar la carrera
de medicina. Está claro que no es un hospital con los medios y las facilidades
que tenemos aquí, pero está muy bien y se ha convertido en el hospital de
referencia de la zona y sobre todo especialista en prevención de infecciones.
Allí en Malawi una de las enfermedades con las que día a día tienen que lidiar
es el sida. Seguida en frecuencia por la malaria.
Por
último está el centro St.Mary’s Rehabilitation centre en Chezi. Este centro
atiende aproximadamente a más de 700 niños huérfanos de los cuales 124 viven en
el centro y el resto, en los poblados cercanos. La misión cuenta además con un dispensario
en el que se atienden a numerosos enfermos de la zona, y gestiona un programa
específico para niños malnutridos y un programa de apoyo alimentario
a los ancianos de la zona.
Los niños del orfanato y de los
alrededores acuden al colegio de St. Mathias, el cual cuenta con grandes aulas
con capacidad para unos 100 o más niños y también de una biblioteca construida
a petición de las misioneras y financiada y fundada por la fundación Javier
Oriol Miranda, la cual es una de las principales ayudas que recibe la misión.
La biblioteca abre de dos a cuatro de la tarde y atiende tanto a los alumnos
del colegio, como a estudiantes de secundaria de la zona en cuyos colegios no
hay bibliotecas, y a profesores del colegio que desean profundizar en alguna
materia o simplemente tener acceso a libros de lectura.
De los 124 niños que viven en la
misión, 23 tienen edades comprendidas entre los 2 y 6 años y estos niños acuden
a la guardería, en la cual se desarrolló mi labor ayudando a Grace, la
profesora de infantil.
Las clases comienzan
a las siete y media y acaban a las doce, con una hora de descanso en medio de
nueve a diez para que los niños desayunen. De doce a dos era la hora de comer,
y de dos a cuatro y media se desarrollaban las clases de por la tarde.
Durante la mañana los niños
realizaban actividades destinadas a ampliar sus conocimientos en inglés, ya que
en la misión desde pequeños se les introduce en el idioma. Por la tarde se
realizaban juegos didácticos y actividades al aire libre ya que la misión
cuenta con un parque y una cancha de futbol que los niños disfrutan siempre que
pueden.
Las clases son de lunes a sábado,
los domingos se descansa, aún así aprovechábamos para dar uso a uno de los
pabellones que tenía la misión en los cuales podíamos ponerles películas, jugara juegos, etc.
Durante mi estancia en Chezi también
ha tenido un papel importante la religión. Los domingos por la mañana acudíamos
a misa y pude ser testigo de la forma en que celebran la eucaristía, con sus
bailes, sus canticos… algo inolvidable.
Para terminar, quería agradecer a
las hermanas de María Mediadora porque me han tratado como si fuera una más de
su familia, me han hecho sentir parte de la misión y siempre estaban dispuestas
a ayudar en lo que hiciera falta. También quería dar las gracias a Don Pedro
Tardón por animarme a realizar este viaje del que no me olvidaré nunca y a
Carlota, la otra voluntaria con la que coincidí allí porque sin ella no hubiese
sido lo mismo.
El balance de esta experiencia es
totalmente positivo. He conocido otro país, su cultura, su gente. Está claro
que muchas cosas son difíciles de asimilar, es muy duro ver la pobreza extrema
que hay en este país, la desnutrición, las enfermedades, la dificultad para
acceder a la educación secundaria, la desigualdad entre hombres y mujeres… pero
gracias a la labor de misioneras como las hermanas María Mediadora poco a poco estas
cosas van mejorando.
He de reconocer que se me pasó
demasiado rápido y me quede con ganas de más. Pero aún así ha sido suficiente
para saber que quiero repetir esta experiencia en un futuro, pero a poder ser
ayudando como médico.
Un saludo,
Esther